
Salmos 62:1-8
“En Dios solamente está acallada mi alma; De él viene mi salvación. El solamente es mi roca y mi salvación; Es mi refugio, no resbalaré mucho. ¿Hasta cuándo maquinaréis contra un hombre, Tratando todos vosotros de aplastarle Como pared desplomada y como cerca derribada? Solamente consultan para arrojarle de su grandeza. Aman la mentira; Con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón. Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza. El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio.”
No existe algo más relajante que estar al frente del mar escuchando el suave golpe de las olas sobre la playa o el precioso cántico de los pájaros en el amanecer; ahí, donde el ruido de la vida hace silencio y la quietud y la paz cubren el ambiente de tranquilidad. Son en esos momentos donde podemos dar tiempo para la reflexión y a disfrutar de la vida y su bondad.
Pero ante tanta violencia, pecado, maldad, y pruebas, parecería que nuestra alma no halla esa paz que deseamos. Las preocupaciones, las enfermedades, los conflictos y las dificultades en la vida gritan tan alto que no hallamos quietud en este agitado caminar. Nuestra alma necesita paz y reposo.
David, siendo perseguido y acusado falsamente (v. 3, 4), buscaba en Dios refugio para hallar paz y tranquilidad. En medio de tanta violencia y calumnia, buscaba quietud para su alma, y sabía que ésta solo la podía hallar en Dios (v. 1). El Señor era la peña alta donde podía hallar refugio y protección (v. 2), en donde su alma reposaba, pues en Él estaba puesta su esperanza (v. 5), y de donde no sería sacudido o desmoralizado (“no resbalaré” – v. 6).
Las persecuciones y las calumnias que a veces podemos sufrir de parte de personas perversas pueden desmoralizar nuestra vida y agitar nuestra alma, llevándonos a la ansiedad y preocupaciones. Jesucristo, nuestro Buen Pastor y Protector, conoce bien la maldad de aquellos que quisieran muchas veces hacernos daño, y al mismo tiempo conoce cuanto puede afectarnos eso.
En las bienaventuranzas expresadas en el Sermón del Monte, Jesucristo nos menciona varias paradojas que manifiestan la realidad de la vida espiritual (Mt 5:3-12). La vida del creyente puede ser complicada cuando nos enfrentamos ante persecuciones, injusticias, dolor; pero el Señor nos asegura en Sus palabras que seremos consolados, reivindicados y recompensados cuando todo pase.
Pablo nos llama a regocijarnos ante las pruebas, y que, si el afán nos acongoja, debemos orar a Dios dando gracias por lo que sucede, y Dios nos brindará de Su paz para nuestra mente y nuestro corazón (Fil 4:4-7). También nos recuerda que Dios es nuestro Padre Consolador, Quien “nos consuela en todas nuestras tribulaciones” (2 Co 1:3, 4).

Jesús también nos exhorta a que no debemos temer ante las persecuciones venideras que vendrán al final de los días, puesto que seremos aborrecidos por el mundo (Mt 10:16-28); antes, debemos descansar en la verdad que cada uno de nosotros valemos más que muchos “pajarillos” que fueron vendidos por poco (Mt 10:29-31).
Cuando David buscaba paz, la buscaba en Dios; y junto a Él, se “acallaba” su alma (v. 1). Este canto está lleno de confianza y esperanza. El Señor es nuestro salvador y nuestra roca, en Quien debe estar puesta toda nuestra esperanza. Derramemos confiados ante Él nuestro “corazón”, pues “Dios es nuestro refugio” (v. 8).
«Señor, solo en Ti encuentra paz mi alma»
Salmos 42:11
“¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.”
BENDICIONES, NADA COMO AMANECER BUSCANDO DE DIOS.
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Amén… bendiciones!!
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