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Josué 11:16-23
“Tomó, pues, Josué toda aquella tierra, las montañas, todo el Neguev, toda la tierra de Gosén, los llanos, el Arabá, las montañas de Israel y sus valles. Desde el monte Halac, que sube hacia Seir, hasta Baal-gad en la llanura del Líbano, a la falda del monte Hermón; tomó asimismo a todos sus reyes, y los hirió y mató. Por mucho tiempo tuvo guerra Josué con estos reyes. No hubo ciudad que hiciese paz con los hijos de Israel, salvo los heveos que moraban en Gabaón; todo lo tomaron en guerra. Porque esto vino de Jehová, que endurecía el corazón de ellos para que resistiesen con guerra a Israel, para destruirlos, y que no les fuese hecha misericordia, sino que fuesen desarraigados, como Jehová lo había mandado a Moisés. También en aquel tiempo vino Josué y destruyó a los anaceos de los montes de Hebrón, de Debir, de Anab, de todos los montes de Judá y de todos los montes de Israel; Josué los destruyó a ellos y a sus ciudades. Ninguno de los anaceos quedó en la tierra de los hijos de Israel; solamente quedaron en Gaza, en Gat y en Asdod. Tomó, pues, Josué toda la tierra, conforme a todo lo que Jehová había dicho a Moisés; y la entregó Josué a los israelitas por herencia conforme a su distribución según sus tribus; y la tierra descansó de la guerra.”
En términos de guerra, la paz realmente no se da en muchos casos, si no hasta que una de las partes es derrotada. Especialmente cuando se trataba de una conquista en los siglos anteriores al nuestro, no se podía extender los territorios sin que no exista una batalla que derrote al lado que iba a ser conquistado.
Considerando ese método, sin duda que eran tiempos difíciles, violentos, y hasta sangrientos, donde solamente la guerra traía la posibilidad de expansión de un bando o reino, y el control de todo bajo la conquista. En la vida del creyente, de la misma manera, éste no puede conseguir el dominio y control de todas las áreas de su vida si no las conquista.
Muchos enfrentamos nuestras batallas espirituales de cierta forma: debilidades frente algún pecado, comportamientos o conductas que no son piadosas o favorables para una vida santa, tal vez problemas en las relaciones matrimoniales, etc.; son áreas que tienen que ser conquistadas por el creyente para poder estar en paz con Dios y con los demás, y que nos darán control en la manera como nos comportamos.

Cuando Josué y el pueblo de Israel tenía que ingresar a tomar control de la tierra prometida, ellos sabían que tenían que destruir a todos sus enemigos, tomar posesión de todo ese territorio y habitar en él para poder extender al máximo el control de lo que estaban recibiendo como posesión por parte de Dios. Dios mismo endurecía el corazón de sus enemigos para que los israelitas los destruyan, y así no solo traer juicio sobre esas naciones (v. 20), sino que, además, eso evitaría que Su pueblo sea tentado a pecar ante las prácticas paganas y pecaminosas de los moradores de esas tierras.
El propósito de esto era múltiple: por un lado, era traer juicio y destruir a aquellos que rechazaban a Dios; por otro, era permitir que Israel alcance el máximo de extensión; y con todo eso, evitar que alguien tente con costumbres malas los israelitas. Solamente ahí alcanzaría la paz.
Josué sabía esto muy bien, por eso él y todo el pueblo no descansaron hasta poder tomar control de gran parte del territorio y poderse establecerse en él, solo en el día que ellos combatieron a todos los más grandes enemigos, solo ahí descansaron de “la guerra” (v. 23). Josué no descansaría hasta cumplir con su meta.
El comportamiento de este gran líder nos deja una lección de vida muy importante, no podemos descansar hasta que no hayamos conquistado todas las áreas de nuestra vida para el Señor. Cada uno de los creyentes aún tenemos áreas de nosotros que conquistar, pecados que erradicar, carácter que desarrollar y establecer. El propósito de ello es llegar a ser lo más cerca al carácter de Cristo, y hasta que no lleguemos a nuestra madurez espiritual, no podemos descansar.
Muchos creyentes no hemos puesto mucho empeño en nuestra propia conquista espiritual. Muchos nos hemos quedado solamente con llegar a ser salvos, otros, con solo crecer en ciertas áreas, pero eso no es el deseo de Dios, Él nos ha dado herramientas espirituales, y Él está a nuestro lado para que cada uno podamos alcanzar nuestra plena conquista de una vida piadosa para el Señor.
¿Qué área le falta conquistar? ¿Dónde se ha quedado en el crecimiento espiritual? ¿Cuándo va a retomar junto a Dios la conquista de todas esas áreas que aún le dan guerra en su caminar con Cristo? Dios quiere que tomemos posesión de todo, y Él nos ayudará, como lo hizo con Josué.

«La conquista espiritual en nuestra vida no será alcanzada hasta que no hayamos eliminado de ella nuestros pecados y conductas no piadosas»
Ministerio UMCD