Nos trajo luz.
Isaías 9:1, 2 y 6
“Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles. El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos. […] Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”
Una noche de una fuerte tormenta en la finca de un amigo quedará en mi memoria por siempre. En aquel lugar no había servicio eléctrico, menos agua potable, los servicios básicos que se tenían en las ciudades no existían en aquella sencilla finca en los años 90. Durante esa noche calurosa me levanté en medio de tal oscuridad y sed a buscar algo para beber. La oscuridad de la tormenta afectaba por completo la casa también.
Sin linterna en mano y sin poder ver ni siquiera mi mano, decidí acercarme a la cocina para buscar algo de beber. Utilizando solamente mis manos y guiándome por las paredes caminé hacia la cocina, lo que me tomó varios minutos, pues no quería despertar a nadie en aquella casa de madera. Cuando llegué a la cocina pude hallar una taza para tomar agua, pero no sabía dónde hallar el agua, así que decidí caminar otro tanto más a oscuras hasta llegar a la parte frontal de la casa para extender mi mano hacia afuera y recoger un poco de agua que caía del techo a causa de la lluvia. Tal fue mi sed y tal mi necesidad que me atreví hacer todo este viaje para satisfacer mi sed.
En el tiempo del profeta Isaías también había sed y oscuridad, pero esta era espiritual. El pueblo se había alejado del Dios de sus padres, cada uno había dejado a la fuente de luz y de agua viva. Atrás habían quedado los días de prosperidad espiritual del pueblo, y ahora solo reinaba el deterioro en la vida espiritual de Israel. Dios estaba por traer luz a su pueblo, pero esta luz llegaría directamente con la presencia de Su Hijo Jesús (Isaías 9:2, 6).
Cuando Jesucristo llegó a la tierra, un grupo de ángeles iluminaron el alma de un grupo de sencillos pastores para anunciar Su nacimiento (Lucas 2:8-14). Unos magos de oriente se acercaron hasta la casa del niño Jesús guiados por la luz de una estrella en el firmamento que los guiaba hasta donde estaba el Salvador (Mateo 2:1-11). Cuando Jesucristo inició su ministerio predicando sobre el Reino de Dios, Él mismo cumplió exactamente la profecía referente a la presencia de Hijo prometido en Isaías (Mateo 4:12-17).
El Señor vino a traer luz y vida a donde solo había oscuridad y muerte (Juan 1:4, 5 y 9). Jesucristo sigue trayendo luz al alma perdida que por fe lo recibe como su Salvador, pues el mismo dijo que es la “luz del mundo” (Juan 8:12). Sin el nacimiento de Jesucristo, todos estuviéramos en oscuridad espiritual. Celebrar Navidad es celebrar que “aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre” sí vino al mundo (Juan 1:9).
«Señor Jesús, gracias por traer luz a este mundo perdido en la oscuridad, ayúdanos a llevar el mensaje que ilumina el alma de aquellos que esperan ver Tu luz»
Juan 8:12
“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”