Gálatas 6:1-5
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga.”
Cuando era niño solía ir de paseo a caballo con mi padre, mi tío abuelo, y algunos de los primos de papá. Desde la edad de 9 años me enseñaron a montar a caballo, y en las montañas de los Andes de mi país solíamos ir de excursión, caza y pesca por dos o tres días. Una bella aventura que siempre recuerdo por las múltiples memorias.
Pero cuando viajábamos necesitábamos colocar sobre los caballos la carga necesaria para esos días: carpas, bolsas de dormir, comida y más. Como era niño, desconocía bien cómo colocar adecuadamente la carga, y como era pequeño no alcanzaba a ponerla apropiadamente sobre el lomo de los caballos. Siempre tuve la suerte que un experimentado excursionista llegara a mi rescate para ayudarme, por supuesto, después de que ellos mismos habían colocado bien la carga sobre sus animales. Primero ellos, y cuando ya tenían todo listo, entonces venían en mi ayuda.
En la vida espiritual este ejercicio también puede ser aplicado al proceso del discipulado y la exhortación a los creyentes que necesiten ser edificados en sus vidas espirituales.
En el versículo cinco en Gálatas 6, Pablo nos recuerda que cada uno debe aprender a llevar “su propia carga”. Eso nos recuerda que un creyente debe recordar que, ante nada, nosotros somos responsables de nuestra propia vida espiritual. No podemos olvidar que tenemos nuestra responsabilidad ante Dios de crecer y llegar a la madurez. Como cuando salía de excursión, mis familiares eran responsables de la propia carga que su caballo llevaría, y que no se debía descuidar, y luego podían ayudar a otros.
Además, los creyentes podrán ser más efectivos en su ministración a los hermanos cuando manifiesten mansedumbre, es decir, controlados en su comportamiento al exhortar al hermano que haya pecado. Muchos podemos reaccionamos indignamente contra el pecado, pero descontroladamente también, eso siempre será perjudicial; por eso nos recuerda Pablo que debemos considerarnos a nosotros mismos cuando lo hacemos. Un gran aporte a la exhortación será el hacer una evaluación de nuestra vida primero, mirando que nosotros no estemos cometiendo el mismo pecado, además debemos considerar que nosotros somos pecadores y también pudimos, si ya no lo hacemos tan a menudo, haber cometido los mismos pecados o actuar de esa misma manera. Por último, recordemos que también podemos ser tentados de esos mismos pecados que ahora exhortamos, y que nadie está exento de pecar ante Dios (v. 1).
La exhortación es sumamente importante para nuestra edificación, debemos tanto ser exhortados como exhortar a otros, pero si nos olvidamos que nosotros podemos o hemos estado en ambos lados del proceso, entonces la exhortación en vez de edificar puede llegar a ser una herramienta negativa. Antes de ayudar a otros con sus cargas miremos como ser encuentra nuestra propia vida espiritual y así nuestra exhortación será más significativa. Exhortar es sinónimo de restaurar. El proceso de restauración requiere cuidado, amor, y tiempo.
«Padre, Tú siempre me has exhortado con Tu Palabra y me has restaurado con Tu amor, ayúdame a ser más como Tú»
1 Corintios 4:14
“No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados.”
Hermoso hermoso
Me gustaLe gusta a 1 persona