Hechos 2:29-36
“Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Dentro de las monarquías humanas, el hijo de un rey, cuando nace es príncipe de hecho, y, por lo tanto, heredero de la corona. La coronación simplemente corrobora lo que ya de naturaleza es. Este ejemplo no podría compararse plenamente con Dios y Su Hijo, pues Jesús no nació, es eterno; pero nos otorga la idea de la verdad de la majestad de Jesús. Pedro predicó que Dios constituyó o corroboró que Su Hijo es “Señor y Cristo” por medio de Su muerte y resurrección (Hch 2:36).
La palabra “Señor” viene de la palabra griega “kurios” (κύριος, G2962). Esta palabra tiene el significado de alguien quien ejerce poder; es traducido también como “amo” en el N.T. (Lc 16:3, 5). Es un adjetivo que denota posesión de poder o autoridad. En la traducción de la Septuaginta la palabra “kurios” es utilizada para traducir al griego la palabra “Jehová” en el A.T.: “todo aquel que invocare el nombre de Jehová (“kurios”, Señor) será salvo” (Jl 2:32). El Señor del N.T. es el mismo Jehová del A.T. (Comp. Hch 2:21; Ro 10:13). El Señor Jesús es el dueño absoluto de todo, soberano y con plena autoridad.
La palabra “Cristo” viene de la transliteración de la palabra griega “cristos” (χριστός, G5547). Esta palabra hace referencia al Mesías, al Ungido. En el A.T. su utilización habla del papel del sumo sacerdote (Lv 4:3, 5, 16), del profeta de Dios (Sal 105:5), y del rey ungido (1 S 2:10). Por lo que habla de las funciones de Jesús como Sumo Sacerdote, como Profeta de Dios, y como Rey.
Todos en Jerusalén esperaban al Mesías, al Ungido, al Cristo; Quien vendría a reinar como el hijo prometido a David (Hch 2:30). Pedro nos recuerda que con la muerte y resurrección Dios confirmó todo lo que el A.T. hablaba de Jesús, y que ahora solamente se corroboraba, Su Deidad.
Pedro hizo un llamado a todos los presentes a que reconozcan en sus vidas a Jesús como el “Señor” y el “Cristo”. Jesús es el Dios soberano, Quien con Su muerte cumplió Su papel de sacrificio presentado en la Cruz para interceder como Sacerdote por nuestros pecados (He 7:22-28), Quien vino como Profeta trayendo el mensaje de Dios (Lc 4:16-24), y Quien, siendo Rey, será reconocido por todos, cuando ante Su presencia toda rodilla se postre (Fil 2:9-11).
Es hora de doblar, no solamente nuestras rodillas, sino nuestra voluntad y nuestro corazón ante Jesús. Dios Padre lo confirmó, es nuestro deber reconocerlo. Para honrar a Jesús debemos reconocerlo como el Amo Soberano de lo que somos; como nuestro Cordero Salvador y Sumo Sacerdote; como el Profeta a quien escuchamos y obedecemos; y como Rey, ante quien solamente debemos postrarnos para adorar.
«Jesús, Tú eres Señor y Cristo»
Apocalipsis 19:16
“Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.”