Josué 7:8-13
“¡Ay, Señor! ¿qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos? Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás tú a tu grande nombre? Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres. Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros. Levántate, santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros.”
Una de las tareas más delicadas para un líder es la corrección o la disciplina, sea hacia él mismo o los suyos. El líder, al ser representante de Dios con autoridad, tiene la responsabilidad ante el Señor de hacer todo para representarlo, e implica manifestar su carácter en todas las áreas, incluyendo la santidad o moral de todos.
Josué había enviado un grupo de hombres a reconocer la ciudad de Hai para considerar la próxima etapa dentro de la conquista de Canaán. Cuando estos hombres regresaron, informaron que no sería necesario enviar mucha gente para la batalla, solo necesitarían de unos “dos mil o tres mil hombres” para tomar Hai, porque ellos eran “pocos” (Jos 7:2, 3). Pero Josué desconocía que Dios se había airado a causa del pecado de Acán (Jos 7:1), lo que trajo la derrota y preocupación de Josué y el pueblo (Jos 7:4-9). Josué oró preguntando a Dios que había pasado, y el Señor le respondió lo sucedido y lo que tenía que hacer: Santificar al pueblo.

Moisés estaba en el Monte Sinaí cuando Israel pecó con el becerro de oro, Dios castigó al pueblo a causa de tal abominación, pero Moisés tenía que actuar para traer santidad (Éx 32). David pecó con Betsabé y Dios castigó con la muerte de su hijo, pero por falta de decisiones posteriores apropiadas de David, sus hijos pecaron y atentaron contra su autoridad como consecuencia de su falta de corrección (2 S 11 – 18).
Un líder no puede tomar ligeramente la moral propia y la de los suyos. Para que haya prosperidad en la familia, en el trabajo, en el ministerio, y en la iglesia, el líder debe aprender a tomar seriamente la responsabilidad que Dios le ha dado y actuar con el propósito de mantener la buena conducta de todos, bajo la guía del Señor (Jos 7:10, 11). La moral debe iniciar desde el líder, y es su responsabilidad tomar decisiones que aliente a todos a seguirla. Si llega el momento de corregir, este debe llegar con el propósito de santificar y restaurar.
«La lección que Dios estaba enseñando a Su pueblo era clara: el pecado profana todo el campamento, y cuando surge necesita ser totalmente erradicado» – W. MacDonald
Proverbios 10:17
“Camino a la vida es guardar la instrucción;
Pero quien desecha la reprensión (corrección), yerra.”
