Juan 9:1-3
“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.”
- En la vida no existen las coincidencias Dios tiene control de cada suceso de nuestra vida, y en la vida de Jesús fue igual, no fue coincidencia que Él se encontrara con este hombre ciego de nacimiento, Dios tenía un plan y unió sus destinos para cumplirlo.
- El dolor y sufrimiento de este hombre son un ejemplo de la maldad, corrupción y quebrantamiento que experimentamos en el mundo, y esa realidad demuestra el poder maligno que tuvo la caída del hombre en el destino de la humanidad.
- En la época de Cristo existía una creencia que afirmaba que la enfermedad, la esterilidad o la pobreza eran una consecuencia del pecado, por eso los discípulos le preguntaron al Señor Jesús ¿quién había pecado en este caso?
- Pero la respuesta de Jesús deja clara una nueva razón para entender la enfermedad en algunas personas: la gloria de Dios.
- Y con la vida de este hombre se nos recuerda que Dios es soberano y tiene el poder y derecho de hacer cualquier cosa que Él considere. Que Él busca nuestra adoración porque nos creó para que le adoremos con todo nuestro ser.

Dios a veces permite la enfermedad para su gloria, para demostrar en el mundo su poder, para que comprendamos que para Él no hay nada imposible.
En este caso, Cristo terminó sanando al ciego y demostrando con ello que Él era Dios, era el enviado, el Cristo, el hijo de Dios, para que todos los que lo vieran creyeran en Su Nombre.
La experiencia de Job con la enfermedad es otro testimonio que refleja esta verdad (Job 2:3-6). En ese momento, Dios se estaba gozando en la vida de Job porque había mostrado que le amaba por encima de todo, y lo hacía con toda su alma, corazón y fuerzas; y ésa era una buena oportunidad para hacer resplandecer la vida de un hombre fiel a Dios delante del mismo Satanás y de todas sus fuerzas satánicas.
Así, Dios permitió la enfermedad de Job para su gloria aunque también lo haría para moldear su carácter.
Hoy en día las enfermedades que Dios permite son para su gloria, sirven como un ejemplo perfecto de su poder y son para adorarlo únicamente a Él.
John Piper comenta: “Decir que Dios gobierna sobre todo significa que Él es soberano. Su soberanía implica que Él puede hacer, y de hecho hace, todo lo que quiere y decide hacer […] Él sí nos aflige, pero no porque sea de Su agrado. Pienso que eso significa que, aunque hay aspectos de Su carácter (Su corazón) que hacen que se incline a no afligirnos, hay otros aspectos de Su carácter que demandan la santidad y rectitud de afligirnos. Él no es indeciso. Hay una belleza y una coherencia perfecta en la forma en que cooperan todos Sus atributos. Pero Él también es complejo. Su carácter se parece más a una sinfonía que a la interpretación de un solista. Así que cuando digo que la soberanía de Dios significa que Él puede hacer, y de hecho hace, todo lo que quiere y decide hacer, me refiero a que no hay ninguna fuerza externa a Él que pueda impedir o frustrar Su voluntad. Cuando Él decide que algo suceda, sucede. O para decirlo de otra forma, todo sucede porque Dios quiere que suceda”. (J. Piper. 2020. Coronavirus y Cristo. Página 38. Poiema publicaciones. Illinois.)

«Algunas veces Dios permite la enfermedad para su propia gloria, para demostrar en el mundo su poder»
–Ministerio UMCD–