Mateo 21:4-9
“Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
Decid a la hija de Sion:
He aquí, tu Rey viene a ti,
Manso, y sentado sobre una asna,
Sobre un pollino, hijo de animal de carga.
Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”
La última semana de vida de nuestro Señor Jesucristo es la más importante de todo Su ministerio. Jesucristo estaba por cumplir con el propósito por el que había sido enviado por Su Padre: Morir para pagar la condena por el pecado del hombre (Is 53:1-12; Mt 1:21). Jesucristo sabía claramente que era tiempo de llegar a la cruz, y tendría que ser durante la semana de La Pascua, para poder llegar a ser nuestra Pascua (1 Co 5:7).
Ya varias veces había anunciado su muerte a sus discípulos (Lc 9:22, 44; 18:31-34), y cuando llegó el momento afirmó su rostro para encaminarse a su cruento destino (Lc 9:51).
Jesucristo, antes de ingresar a Jerusalén, envía a dos de sus discípulos para que traigan el pollino en el cuál entraría triunfante (Mt 21:1-3). Su entrada en el pollino era el cumplimiento de una profecía sobre Él (Zac 9.9), pero sobre todo tenía un principio fundamental, cuando un gobernante o general de un ejército entraba en un pollino representaba que entraba en paz, trayendo un mensaje de paz a la ciudad que visitaba.
El pasaje profético indica que no era un rey extraño el que estaba entrando, era el mismo Rey de Israel que estaba visitando Su ciudad en paz (“tu Rey viene”). Venía a ganar en paz una victoria gloriosa en forma mansa y humilde. La victoria sería sobre la muerte y el pecado, pero sería en paz, pues tendría que Él sacrificarse dando Su vida para salvar al hombre.
Cuando los habitantes de Jerusalén lo vieron entrar entendieron que era el “Hijo de David”, Quien venía “en el nombre del Señor” (Mt 21:9). Gritaban: ¡Hosanna! ¡Hosanna!, que quiere decir “sálvanos, te rogamos”, “sálvanos ahora”. Su entrada estaba anunciado el triunfo que se daría en la cruz y en Su resurrección, y aunque no todos entendieron cómo Jesucristo los salvaría en ese momento, seguros podemos decir que la petición de “Hosanna” por parte del pueblo fue respondido pocos días después por el Rey.
Jesucristo brinda salvación de la condenación a todos los que creen en Él (Jn 11:25, 26). Su muerte en la cruz fue el precio de nuestra liberación, Su sangre derramada el precio pagado para nuestra paz. Solamente tiene que gritar con fe ¡Hosanna! al “Hijo de David”, y de seguro el Rey su pedido responderá.
«Gracias Jesucristo, Tu muerte trajo la única paz que calma mi alma que angustiosa clamaba por Tu salvación»
Salmos 118:25 (LBLA)
“Te rogamos, oh Señor: sálvanos ahora…”