Lucas 22:40-47
“Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación. Mientras él aún hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle.”
No podremos humanamente comprender todo el dolor y la angustia que Jesús estaba enfrentando la noche previa a la crucifixión. Nuestro Amado Señor sabía todo el dolor que le vendría durante esas horas de tortura y castigo inmerecido.
No solamente serían los azotes que recibió; no fue únicamente la burla y la humillación que enfrentaría; ni siquiera fue el dolor que sufriría al estar clavado en la cruz por medio de esos clavos que atravesarían su carne; no fue tampoco la agonía de estar colgado por varias horas en el madero. Lo que más lo atormentaría sería el peso del pecado de todos los hombres que recaerían sobre la Santa y Justa humanidad de Cristo, acompañado además del dolor que sentiría el momento en que la santidad del Padre demandaría la separación momentánea de la comunión con su Hijo por ese mismo pecado. Eso es lo que lo mantenía en agonía la noche previa a Su muerte.
Claro es que ninguno de nosotros llegaremos a enfrentar tan profundo dolor, pues por ello mismo tuvo que venir Cristo a morir (Ro 5:8). Pero si habrá momentos en los cuales el dolor intenso puede llegar a nuestras vidas por medio de alguna prueba, y es ahí donde podemos aprender de nuestro Amado Señor.
– En los momentos más difíciles la oración de fe es la mejor solución.
– En los momentos más difíciles pronunciamos nuestras más intensas oraciones.
– En los momentos más difíciles la tentación se presentará como segunda opción.
– En los momentos más difíciles el sometimiento a la voluntad de Dios será necesario.
– En los momentos más difíciles la ausencia de amigos personales se puede dar, pero Dios nunca nos abandonará.
– En los momentos más difíciles puede proveerse de alguna intervención divina para que podamos continuar, aún por medio de ángeles.
– En los momentos más difíciles será donde Dios nos fortalecerá para seguir con Sus planes.
La oración fortaleció a Jesús para que pueda seguir con el Plan de Dios de dar Su vida en rescate nuestro; cuando llegaron quienes lo apresaron, el Señor ya estaba listo. Nunca desestimemos el tremendo poder que tiene la oración.
«Ayúdame a recordar Padre que Tu poder y ayuda está solo a una oración de distancia»
2 Corintios 12:8, 9
“Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.”