
Salmos 40:1-5, 9-10
“Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová. Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza, Y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira. Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas; Y tus pensamientos para con nosotros, No es posible contarlos ante ti. Si yo anunciare y hablare de ellos, No pueden ser enumerados… He anunciado justicia en grande congregación; He aquí, no refrené mis labios, Jehová, tú lo sabes. No encubrí tu justicia dentro de mi corazón; He publicado tu fidelidad y tu salvación; No oculté tu misericordia y tu verdad en grande asamblea.”
Todos con seguridad nos hemos enfrentado a momentos donde la esperanza no está, dónde la oscuridad de la angustia cubre nuestra vida y la luz de la confianza desaparece. Ahí, en ese instante oscuro, el dolor y/o la aflicción nos consume, y aparentemente la salvación no vendrá a tiempo. Sí, todos podemos recordar al menos una ocasión donde ya creímos haberlo perdido todo, aún hasta nuestra vida, aunque sea por un instante; y yo, más de una.
Me agrada mucho cómo el comentarista W. MacDonald titula a este salmo: “¡Rescatado!”.
Existe una historia muy particular de David que vale la pena mencionarlo. En los primeros días, cuando huía de Saúl, se enfrenta ante una terrible angustia, y viendo que su vida corría gran peligro, huye a Gat. Los siervos de Aquis, rey de Gat, reconocen a David al verlo, y el joven héroe se llena de gran temor, pues se encontraba solo. En ese instante, para librarse del peligro, “cambió su manera de comportarse delante de ellos, y se fingió loco entre ellos, y escribía en las portadas de las puertas, y dejaba correr la saliva por su barba”, al ver este extraño comportamiento de David, Aquis lo cree demente y lo deja ir (1 S 21:10-15).
Este recuerdo de su vida seguramente quedó bien grabado en la memoria de David, como uno de los momentos más difíciles, pero aún allí, de seguro llegaría a reconocer la misericordia y providencia de Dios en su vida para librarlo del mal.
El Salmo 40 es un canto de alabanza por las maravillosas obras de Dios al librarnos de nuestras angustias. Son muchas, y a veces incontables, las ocasiones en las que Dios nos ha rescatado del peligro (v. 5).

No permitamos que la angustia nos consuma cuando nos encontremos ante momentos desesperantes, al contrario, clamemos a Dios y esperemos pacientemente en confianza (v. 1); Él nos puede sacar del pozo de la desesperación y fortalecernos para enfrentar ese momento con confianza (v. 2). El gozo que nos brinda esa confianza puede llenar nuestro corazón de alabanzas y cantos al Señor, tanto, que muchos pueden contagiarse de nuestro testimonio (v. 3). David nos recuerda que el hombre que confía en el Señor es “bienaventurado” (v. 4).
¿Puede recordar ahora las muchas veces en las que ha visto la mano de Dios librándole de gran peligro? Porque no tomamos esos momentos para dar gracias a Dios, mientras compartimos a otros de las grandes y maravillosas proezas de nuestro poderoso Libertador (v. 9, 10 y 17).
«Poderoso Señor, grandes y maravillosas son Tus obras, siempre nos libras de nuestras angustias»
Salmos 40:16, 17
“Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan, Y digan siempre los que aman tu salvación: Jehová sea enaltecido. Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes.”