Mateo 11:28-30
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”
El pecado es uno de los pesos más grandes que pueden afligir el alma de una persona. La responsabilidad que conlleva, acompañado de las consecuencias que acarrea, puede socavar las expectativas de una vida plena en Cristo.
Nuestro Señor vino a ofrecernos una vida, y una en abundancia (Jn 10:10). Son el pecado, las maquinaciones del enemigo, y un mundo lleno de dificultades y tentaciones; lo que hacen que una persona caiga en las ataduras del pecado.
Además, las religiones nos llenan de tantos ritos, mandamientos de hombres, y falsas expectativas, que hacen que un corazón sincero de la búsqueda de la divinidad no alcance a lograr lo que tanto anhela el alma: La paz con Dios.
El pecado que mora en nosotros tiene un poder tremendo en cada uno (Ro 7:7-23), haciendo que literalmente restringa en gran manera al hombre de lo que pudiera hacer para liberarse de él. Pero no es imposible, es ahí donde la esperanza y las grandes posibilidades se ponen ante el alma del corazón afligido y abrumado por el pecado.
El yugo es un madero que une a dos animales grandes para el desarrollo de faenas agrícolas especiales. Generalmente se utilizan dos animales de la misma especie y del mismo tamaño para compensar la fuerza del trabajo y aligerar la tarea del labrado.
La invitación de Cristo es para que traigamos nuestra tarea de enfrentar al pecado y nos pongamos a manera de “yugo” con Él para que podamos trabajar juntos. A diferencia del yugo agrícola, este yugo espiritual tiene como compañero al mismo Cristo, Quien, con su inmenso poder y amor nos ayuda día tras día a enfrentar el pecado y hacer menos pesada la carga de librarnos de tan tormentoso enemigo.

La consecuencia más tormentosa que tiene el pecado es el infierno. La paga del pecado es muerte eterna en un lugar de tormento, y Jesús ofrece la liberación de tal indeseado castigo por medio de Su muerte. A quienes reciben por fe a Jesús como su Salvador, Dios les ofrece vida eterna como una “dádiva” (Ro 6:23).
Ya sea a quién tenga temor de enfrentar la condenación, o sea que, ya siendo salvo, no pueda liberarse del pecado, Jesucristo está extendiendo la invitación a venir a Él para que halle “descanso” para el alma, porque Su “yugo es fácil, y ligera” Su “carga” (Mt 11:29, 30). ¡Acepte hoy la invitación del Señor!
«Jesucristo, ya no puedo más con el pecado que me atormenta, líbrame de esta esclavitud y dame Tu salvación»
Romanos 7:24, 25 (NTV)
“¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte? ¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo nuestro Señor…”
