No es comprado ni trabajado.
1 Pedro 1:18-21
“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.”
En varias religiones se cree que para conseguir el perdón del castigo a causa del pecado se deben realizar ciertos ritos o “pagos” para obtener tal perdón. Para otros, el perdón del castigo se lo puede obtener por medio de buenas obras, las mismas que podrían llegar a “cubrir” un pecado y su culpabilidad, o que llegarían a reducir la ira de dios o de sus dioses, presentando un hecho bueno a cambio de un hecho malo (ayuda a otros, mostrar bondad, etc.).
La Biblia nos dice que todos somos pecadores, y por lo tanto todos hemos sido “destituidos de la gloria de Dios” (Ro 3:23); y partiendo de esta verdad absoluta, el castigo eterno debe ser impartido justamente a todo hombre, porque “la paga del pecado es muerte”, es el infierno eterno (Ro 6:23 – Comp. Gn 2:17). Al ser el pecado transmitido espiritualmente por nuestros padres (Ro 5:12; 1 Pe 1:18), todos merecemos el infierno.
Dios, en Su justicia, determinó que la única manera para que el pecado sea perdonado y el castigo pueda ser absuelto se debe derramar la sangre de un ser, “porque la vida de la carne en la sangre está, y yo (Dios) os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona (remisión, cancelación, perdón)” (Lv 17:11 – paréntesis añadido. Comp. – He 9:22).
Dios, además, sabiendo que todos merecíamos la condenación eterna, había “destinado desde antes de la fundación del mundo” a Jesucristo, para que Éste, “como un cordero sin mancha y sin contaminación”, derramara su “sangre preciosa” para rescatarnos de nuestra “vana manera de vivir” (1 Pe 1:18-20). Nuestro rescate no sería con cosas corruptibles, menos con oro y plata.
Nuestras buenas obras están contaminadas con nuestro pecado, es como querer utilizar un trapo inmundo para limpiar la mesa y querer cenar en sobre ella, la acción de limpiar no elimina la contaminación (Is 64:6). Nada hay que pueda hacer el hombre por sí mismo para conseguir el perdón y alcanzar el cielo, no existe obra humana por más noble que sea, que le permita alcanzar expiación o remisión, haciendo obsoletas nuestras obras (Ef 2:9). Solamente el sacrificio de Cristo y su preciosa sangre derramada le permite al hombre ser salvo de la condenación.
Si su deseo es de poder llegar al cielo y ser librado del infierno, debe poner su fe en Jesucristo; no existe otro medio, no hay obra, no hay oro que lo pueda comprar. Crea en el Señor Jesucristo y será salvo (Hch 16:31).
«Dios Padre, gracias por haber enviado a Cristo para que derramara Su sangre por mí»
Mateo 26:28
“Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” (Jesús)