Los dones son para edificación, no confusión

Dios es un Dios de orden, en todo lo que vemos de la creación podemos ver este patrón de su forma de actuar, y de esta misma manera Él espera que los creyentes vivamos ordenadamente, aún dentro de Su Iglesia. Lo que estaba pasando en la iglesia en Corinto era todo lo contrario, por esto Pablo escribe toda esta carta para corregir problemas, y uno de ellos era el mal uso del don de lenguas (1 Co. 14).

Integración y unidad en la iglesia

El cuerpo de Cristo, conocida mejor como Su iglesia, tiene una diversidad de miembros (los creyentes) que apropiadamente encajan y funcionan como las partes del cuerpo humano; entonces todos nosotros debemos buscar la manera cómo cada uno encaja para poder servir para la edificación de la iglesia, y así ministrarnos para bendición los uno de los otros por medio de los dones recibidos (1 P. 4.10).

La ignorancia acerca de los dones

Aunque la palabra “ignoréis” significa literalmente desconocimiento, muchas veces los creyentes en forma voluntaria “ignoran” de los dones espirituales, no por falta de entendimiento que ellos existen, sino porque no les interesa saber sobre ellos ni llegan a conocer cuáles son los dones que cada uno tiene, y ese es un acto doloso, es decir, son culpables por omisión voluntario de acto.

De nuestro lado

Los discípulos estaban discutiendo las posibilidades que ellos tenían de alcanzar puestos importantes cuando el Señor Jesús venga en Su reino. Esto fue algo que afectó varias veces a Sus seguidores. Jesús les recuerda que ese pensamiento no es apropiado. Él vino a servir, y con ese ejemplo debemos vivir enfocados.

Panes sin levadura

Jesucristo fue lacerado, sus pies y manos clavadas, y luego fue crucificado. Su vida sin pecado representa el ‘Pan sin Levadura’. Si Jesús hubiera pecado no habría podido pagar por nuestros pecados. En Él, al no haber contaminación, pudo pagar por nuestros pecados, “el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (1 P 3:18).

Con “certificación” de Dios

Sea un pastor o misionero, su aprobación ha sido dada por Dios, por eso debemos reconocer tal llamado y tenerlos en mucha estima (1 Ts 5:12, 13), honrándolos como tales. Esta misma aprobación demanda del siervo su responsabilidad de presentarse ante Quien lo llamó aprobado, velando constantemente para seguir fiel a su llamamiento y a la “certificación” hacia él otorgada (2 Ti 2:15).

“Ore por su pastor”

Muchos de nosotros no conocemos plenamente todo lo que un siervo fiel sufre por servir a Dios, pero si debemos recordar que ellos batallan diariamente en contra de sus pecados, frustraciones y sufrimientos para cuidar y alimentar del rebaño del Señor.

“Mi ausencia de la iglesia”

Si por alguna razón no está asistiendo regularmente pregúntese entonces cuánto está perdiendo por no ir; pero si asiste con frecuencia y propósito, no lo deje de hacer, y goce de la hermosa manifestación de Dios en medio de Su pueblo.