Crónica de una promesa: “Su anunciación”

La anunciación a esta piadosa pareja traería a sus vidas la noticia nunca antes experimentada, pero grandemente esperada. Al fin, la promesa se daría. El niño que nacería sería llamado Jesús, porque Él salvaría al hombre de su pecado (Mt. 1:21). Los padres ya estaban anunciados, el niño encamino ya había sido engendrado.

Crónica de una promesa: “Su sufrimiento”

Ahí estaba la respuesta, Isaías sabía muy bien que el Hijo del Hombre, la Simiente Prometida, tendría que morir y sufrir; pero que su muerte traería esperanza al hombre para que nuevamente pueda tener acceso al Creador. Esta sería la herida en la cabeza de la serpiente, el plan perverso sería destruido; el hombre tendría una nueva oportunidad de estar en paz con Dios (Is. 53:5; Ro. 5:1).

Crónica de una promesa: “Su ascendencia”

Ya serían cerca de 4000 años desde que Dios habló a Adán y a Eva allá en Edén. Y “cuando vino el cumplimiento del tiempo, DIOS ENVIÓ A SU HIJO, NACIDO DE MUJER Y NACIDO BAJO LA LEY.” (Gá. 4:4). Sería en el tiempo del Señor, aunque para el hombre el tiempo parecería un enemigo invisible del cual no se podría olvidar, Dios no retarda su promesa.

Crónica de una promesa: “Su venida”

Navidad es recordar parte de esa Promesa dada por Dios en el Edén. El nacimiento de Jesús es la una cara de la moneda, y su muerte en la Cruz la otra. Sin las dos no hay cumplimiento total. Gracias a Dios, esa promesa se cumplió.

El cielo es nuestro “fortísimo consuelo”

Basando nuestra eternidad en la fe en Cristo podemos enfrentar lo que nos acontece como algo temporal, y es esa seguridad de algo bueno al final lo que nos trae un “fortísimo consuelo”, anclando nuestra alma de forma segura y firme (He 6:18, 19).

Ancla para el alma

La salvación del hombre halla su certeza en lo que Dios dice, y en Su compromiso de hacerlo. Para que usted pueda asegurarse de ello debe mirar la obra redentora de Cristo por su pecado, y por medio de la fe, creer en Él como su Salvador.

Jesús nació de forma singular

Para el Señor del universo no bastaba sólo con nacer, tenía que ser un nacimiento singular, como singular sería Su obra perfecta de redención.

“Montaña Rusa”

Cuando aprendemos a confiar en Dios hallaremos la verdadera bienaventuranza de llegar a ser como «árbol plantando junto a las aguas” de la presencia, providencia, protección y guía del Señor.