Como creyentes, debemos ser prudentes y humildes. La prudencia nos ayudará a actuar apropiadamente, mientras que la humildad no recordará de que todos podemos caer. En cambio, la necedad nos hará actuar sin cordura, y el orgullo nos cegará haciéndonos creer que somos invencibles ante las tentaciones.
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Aprendiendo de experiencia ajena
Al igual que Israel, todos los creyentes hemos sido liberados del pecado por la misericordiosa bondad del Señor. Por Su gracia hemos recibido lo que no merecíamos, y tenemos la seguridad de que estaremos en Su presencia el día que partamos de este mundo. Pero mientras ese día llegue, ¿por qué no vivir consagrados a Él?
¿Por qué no le damos la bienvenida?
Debemos mirar las pruebas de una manera distinta para que ellas no nos sean negativamente adversas. ¡Aprendamos a dar la bienvenida con alegría a cada prueba que llegue a nuestras vidas!
Tal como estaba esperado
Si pudiéramos conocer un poco de todo lo que Dios sabe que nos va a acontecer en el futuro, nos sorprendería, pues, aunque no todo será placentero o bueno, todas esas cosas Él las podrá utilizar para nuestro bien, y en esa verdad puede descansar nuestra alma. (Ro. 11:33; Sal. 139:1-6, 17)
La responsabilidad al ser enseñados
Como alumnos del Señor, nosotros seremos sabios en la medida en la que aplicamos las enseñanzas en nuestras vidas. Salomón dijo que sabio es aquél que escucha y usa apropiadamente lo que aprende, pero necio es aquel que escucha y no hace uso de lo aprendido (Pr. 10:8).
¿Cómo puedo ser fructífero?
Depende de nuestra vida y de dónde se encuentra nuestro corazón para permitir que la Palabra de Dios produzca fruto. Si nuestro corazón está duro como el camino, sin suficiente terreno fértil como las piedras, o con muchos “espinos”, nunca dará el fruto adecuado. Debemos prepararnos y enfocarnos a dejar que la Biblia nos transforme y produzca los cambios (frutos) que necesitamos.
Sordo por voluntad propia
“La expresión “oídos para oír”, no hace referencia a tener literalmente oído, si no, se refiere a la inclinación de voluntad para entender y obedecer.”
Aprendizaje continuo
Después de la salvación, la posesión más grande que una persona puede llegar a tener no tiene cifras, tampoco tamaño o modelo, menos color o forma; la posesión más grande que una persona puede tener se llama “sabiduría” e “inteligencia” (Pr 4:7). El sabio, como dice bien Vine, procura la sabiduría; y es la sabiduría la que le da gran valor intangible a una persona.