Jesús llegó al pesebre siendo Rey Eterno

Jesús, el hijo de David (Lc 1:32), nacería muchos años después en la misma ciudad que su padre terrenal (Lc 2:11), y bajo su linaje venía a reinar y tomar el trono prometido. Lo maravilloso de este Rey Soberano, es que al igual que Su antecesor, nació humildemente, no en medio de grandes galas, sino en un sencillo pesebre, pero las huestes celestiales anunciaron majestuosamente al mundo su nacimiento (Lc 2:10-14), y el cielo se llenó del esplendor por la estrella que proclamaba su llegada, pues venía a reinar (Mt 2:1, 2).

Jesús vino para ser escuchado

Jesucristo vino como Profeta con poder trayendo el mensaje de Dios, las buenas nuevas de liberación (Mt 11:5; Lc 4:16-21), y es a Él a quien todo hombre debe poner atención y creer.

Jesús nació de forma singular

Para el Señor del universo no bastaba sólo con nacer, tenía que ser un nacimiento singular, como singular sería Su obra perfecta de redención.

Ahora tenemos acceso (VIDA DE ORACIÓN X)

Ya no necesitamos ir a un lugar especial para orar, puesto que el mismo instante de la muerte de Jesús, “el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo” (Mr 15:37, 38), abriendo la oportunidad al creyente en Cristo a entrar a la misma presencia de Dios a orar “en plena certidumbre de fe” (He 10:19-23).

Buscando Su dirección (VIDA DE ORACIÓN IX)

Es importante recordar que nuestras mejores decisiones siempre se darán cuando con corazón sincero busquemos la guía de Dios. Nuestro Padre amoroso siempre estará dispuesto a ayudarnos para que podamos conocer Su voluntad, no importa cuán sencilla pueda ser nuestra inquietud.

Inclinándonos a Su voluntad (VIDA DE ORACIÓN VII)

“Hágase tu voluntad” no es una frase que el Señor Jesús nos dio solamente como patrón para nuestra oración, sino que, con su muerte, ejemplo de cómo vivirlo nos dejó.

Crecimiento en la dependencia (VIDA DE ORACIÓN VI)

Cuando miremos la demora a una respuesta a nuestras oraciones, recordemos que Dios puede estar ayudándonos a crecer en nuestra vida de oración y en nuestra fe hacia Él.

El privilegio de interceder (VIDA DE ORACIÓN IV)

El motivo más poderoso, y por el cual nunca debemos dejar de pedir, es por el bienestar espiritual de otros. Está bien orar por otras cosas, pero debemos reubicar prioridades para interceder sabiamente, pues tendrá significado eterno.