Jesucristo no solamente nos creó, sino que vino a la Tierra para salvar lo que se había perdido a causa del pecado, para rescatarnos y darnos vida eterna, pues la vida está en el Hijo de Dios (1 Jn 5:11, 20).
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“Mi ausencia de la iglesia”
Si por alguna razón no está asistiendo regularmente pregúntese entonces cuánto está perdiendo por no ir; pero si asiste con frecuencia y propósito, no lo deje de hacer, y goce de la hermosa manifestación de Dios en medio de Su pueblo.
¿En pos de qué va usted?
Tanto Moisés como Jesucristo tenían una meta espiritual, y aunque requería una perdida material o de estatus, esto no los detuvo para cumplir con el propósito supremo, su llamado y su galardón.
Debe ser sincero
Sea que tengamos que hablar o disciplinar al alguien, manifestemos ese amor sincero; mostremos nuestra real preocupación hacia los demás, y junto a ese amor conduzcamos nuestra reprensión o exhortación. La medida de nuestro amor se manifestará en la medida que buscamos el bien aborreciendo el mal.
Celebrando la Gracia recibida por Fe
Realmente, la Reforma Protestante nace como una “protesta” ante las falsas enseñanzas de la justificación. Fue esto lo que le llevó a Lutero a presentar sus 95 Tesis. Hoy estamos celebrando el reconocimiento de la Gracia de la Salvación y Justificación que es otorgada por la Fe en Jesús y Su redención. Este plan redentor ha existido por siempre, y será por siempre, porque cómo está escrito: “El justo por la fe vivirá”.
¡Sí puede mucho! (VIDA DE ORACIÓN XV)
Elías era un hombre “justo” porque creía en Dios, su fe y comunión con el Señor estaban acompañados con su obediencia, esto le permitía a Elías orar bajo la voluntad de Dios y experimentar la poderosa obra del Padre en su vida y alrededor de él.
El Obstáculo del Pecado (VIDA DE ORACIÓN XI)
Entre las muchas consecuencias que atrae consigo el pecado, se encuentra la falta de atención de Dios a nuestras oraciones (Is 59:2-8).
Ahora tenemos acceso (VIDA DE ORACIÓN X)
Ya no necesitamos ir a un lugar especial para orar, puesto que el mismo instante de la muerte de Jesús, “el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo” (Mr 15:37, 38), abriendo la oportunidad al creyente en Cristo a entrar a la misma presencia de Dios a orar “en plena certidumbre de fe” (He 10:19-23).
